domingo, 17 de mayo de 2009

Amor Sobrevaluado.

Título: Amor Sobrevaluado.
Tabla: Suicidio.
Tema: #2, Sobredosis.
Palabras: 500
Advertencias: De nuevo, menciones de drogadicción y demases.
Agradecimiento especial a mi nee-san, Beth, por el beteo (L). Para Retos Ilustrados.

Sobredosis.

Qué tonta era. Eso lo supo desde que la vio allí parada, fumando un cigarrillo de manera inexperta y con los ojos perdidos. Su delgada figura le causaba cierta intriga, así como su cara de niña pretendiendo saber mucho de la vida; por ello se acercó a ella y le pidió un encendedor. Ella sonrió, buscó en el bolsillo de su enorme chamarra y le tendió uno pequeño y azul. A partir de ese momento se dio cuenta de todo.

Él era fornido y bien parecido, no tenía problemas con las chicas y ella fue una especie de excepción que lo dejó extrañado. Su boca pronunciada y el pequeño busto le daban ese aire infantil que contrastaba con las veces en que tiraba el cigarrillo y buscaba otro. La manera en que lo rechazaba cuando quería "algo más". La forma despectiva en que sus pequeños ojos negros lo observaban manoseando a otra chica. Hasta las extrañas muñequeras que llevaba en tiempo de calor; todo lo guardaba en su cerebro y no lo dejaba ir. Era una tonta, una perfecta niña estúpida.

¿Cómo iba él a saberlo? Era una tonta, pero no consideró que lo fuera tanto. Recordaba sus piernas blancas con cicatrices, los brazos destapados con moretones. Ella había dicho que no era nada, que la dejara en paz y no volviera a tocarla. Él obedeció, descubriendo que sólo regalándole píldoras blancas y planas ella sonreía sinceramente, algunas veces. Eso era lo único que él podía hacer por tan patética criatura, ella misma se lo había dicho.

Él tenía sus propios problemas, y sus encuentros fueron menos recurrentes. El trabajo de medio tiempo no era suficiente para mantener a su abuela y a su hermano menor. Sus calificaciones eran poco más que deplorables, y por más que quisiera no podía dejar de comprar marihuana. Las pastillas blancas se las reservó a ella hasta el final, porque en su mundillo pobretón y horripilante la marihuana y su sonrisa lo hacían sentir libre.

Pero ni ella ni su sonrisa perdida existían ya. Lo había sabido siempre: que era una llorona. El olor de heroína quemada le seguía llenando la nariz incluso en esos momentos, aunque sabía que era sólo efecto de los polvos. Las pastillas eran lo único que seguía intacto; y lo seguiría estando hasta que su abuela, molesta, subiera a ver qué pasaba y se encontrase con él, inerte.

La sensación de libertad estaba ahí, como siempre que consumía de más. La podía ver, sus piernas delgadas y sus muñecas cortadas. Le gritaba, le decía que pronto le alcanzaría. El olor de la marihuana ya no lo percibía. Ni recordaba los colores ni las formas de las pastillas que ingirió de golpe. El sabor agridulce de la medicina color rosa lo acompañaba mientras perdía la lucha y pasaba a dónde ella estaba, lejos del mundo material que secretamente odió.

Él fue feliz de poder entrelazar sus manos azules con las de ella, ensangrentadas. Sin escuchar los gritos de su abuela y los lamentos de su hermano.

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Este, si ponen atención, está conectado con otro de la misma tabla. No lo había dicho pero, muchísimas gracias por leer *-*

1 comentario:

  1. ¡Soy la primera en comentar! ¡Soy la primera en comentar! *canturrea*

    ¡Onee-san! Sabes que me gustó este drabble asi que no te diré nada más. Y lo de las palabras estuvo muy bueno. Muy ingenioso xD

    Besos.

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