Título: Sin definir.
Tabla: Suicidio.
Tema: #1, El Juego del Ahorcado.
Palabras: 500.
Advertencias: Menciones de violencia, traumas psicólogicos.
Para Retos Ilustrados.
Juego del Ahorcado.
Bajo. El techo del cuarto era bajo, si se ponía en puntillas sobre su cama lo alcanzaba fácilmente. La mueca de disgusto que era ya parte fundamental de su fisonomía se acentuó más, arrugando el entrecejo y retorciendo un poco más sus labios gruesos. Bajo, el techo era demasiado bajo e insuficiente.
Por supuesto, se dijo con su tonito irónico, que es bajo. La casucha en la que vives no está en mejores condiciones, todo es igual de mediocre que lo anterior. No seas imbécil. Ah, pero qué despegado estaba el techo del piso en su escuela, aunque del mismo calibre de su aburrida vivienda, que ni de puntas sobre el banco lo tocaría. Sí, era más adecuado el de la escuela.
El rostro se le relajó, y sus facciones dejaron ver a un niño indomable, demacrado y triste. Triste sobretodo, las pupilas dilatadas que reflejaban la falta de amor no podían mentir; aunque sus padres no repararan en ello. Ni él mismo lo hacía, estaba más ocupado midiendo mentalmente la altura de su salón de clases. De todas maneras él no tenía tiempo para esas cosas tontas.
Una corbata, una cuerda, cualquier cosa le serviría. Hasta el ridículo listón rosa que su hermana se ponía en su cabello cobrizo artificial. Se encaminó a la escuela, a pesar de lo oscuro y de los reclamos de su madre. Un saltito en la barda, unas patadas en la puerta, y estaba dentro.
Podía imaginárselas. La cara de su madre, siempre llorona y débil; la de su padre, inexpresiva y con su semblante de decepción de siempre. No se percató de que en ningún momento pensó en la de su hermana, la querida, la consentida. No pensó en ella ni cuando ataba la delgada cuerda al ventilador del techo, ni cuando la pasó por su propio cuello.
Su mente se volvió un depósito de memorias dolorosas, que había negado siempre. Las imágenes pasaban frente a sus ojos perdidos con una rapidez impresionante; y aún así las distinguía perfectamente. Los golpes, la sangre, su deseo de morir y matar a todos. Hasta su hermana, siendo empujada por él, apareció.
Se encontraba de puntas sobre el escritorio gastado. Todo estaba listo…menos él. Estaba a un salto de cometer lo que rondaba en su cabeza desde la paliza de su padre. La espalda delgada de su hermana se perdía entre el mar de sangre; de la de él.
La cuerda apretó con fuerza su cuello cuando se aventó lejos del escritorio. Pudo ver las ventadas rayadas y medio rotas, los bancos tapizados de rayones con groserías, y el suyo al final de la fila, solo, como siempre.
Ya no podía respirar, sólo sentía el pedazo de cuerda destruir su garganta. Los ojos se abrían desmesuradamente, y su boca se abría para dejar salir un hilo de sangre que se perdía entre su cuello. Los brazos delgados colgaban al lado de su cuerpo medio inerte; sentía calma.
El juego del ahorcado nunca le produjo tremendo alivio.
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Sí, no es el mejor que he escrito.
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